LIDERAZGO MUJERES: ENTREVISTA A CECILIA GLATSTEIN, DIRECTORA DE RRHH DE HOLCIM ARGENTINA

Abr 5, 2021 | Noticias, Noticias Socios

En el marco del taller «Prodigy, Programa de Liderazgo Mujeres», el Head Coach Jorge Martínez Lubiano entrevistó a Cecilia Glatstein, Directora de Recursos Humanos de Holcim Argentina. La capacitación estuvo organizada por la Cámara de Comercio Suizo Argentina, la Cámara Chileno-Suiza de Comercio y la Cámara de Comercio Suiza en el Perú junto al Centro de Entrenamiento en Comunicación y Liderazgo SpeakerCoach.

Licenciada en Recursos Humanos, con un Postgrado en Management Estratégico en la Universidad Católica de Córdoba, Glatstein tiene la particularidad de haber ingresado a la compañía a través de un programa de pasantías. Hoy, 14 años después, la joven ejecutiva compartió con las participantes del Programa su experiencia y sus vivencias, que resultaron fundamentales en su corta pero exitosa trayectoria y que aún hoy la guían de cara al futuro.

¿Quiénes han sido los referentes de tus aprendizajes tempranos, esos que te han permitido ir más allá y hoy evalúas como relevantes a la hora de construir logros personales y profesionales?

– Podría mencionar a tres personas referenciales, puntualmente. La primera es mi mamá por el rol femenino que tuve desde que era muy chiquita; ella siempre demostró a mis hermanos y a mí el hecho de que cualquier cosa que quisiéramos hacer, dentro de lo profesional o fuera de lo que era el ámbito exclusivamente familiar, no estaba en competencia con la planificación o el deseo de tener una familia. Nosotros somos seis, tengo tres hermanos más, y ella siempre nos explicitó el hecho de poder compatibilizarlos. Si bien puedo decir, por ejemplo, que no estuvo en todos los actos escolares o que no me llevaba al colegio (lo hacía mi papá porque ella estaba trabajando), la calidad del tiempo que compartíamos cuando estábamos juntas y lo que nos dejaba de cariño en el día a día era algo totalmente compatible con una vida familiar que ella había deseado en ese momento. Ese fue el primer paso, hoy lo reconozco, como un tema de empoderamiento femenino; pero por entonces para mí era sumamente natural. No lo veía como un valor añadido, sino que lo percibía como algo que era parte de la normalidad. Con el tiempo, y conociendo otras realidades, pude darle un valor de mayor peso.

La segunda figura relevante fue mi abuelo paterno, quien en su familia primaria venía de una realidad sumamente humilde. De hecho, entre algunas de sus anécdotas, contaba cuando tenía que ir a su escuela primaria normal (como se llamaba, por entonces) lo hacía con zapatos que tenían hasta huecos en las suelas porque estaban muy gastados y no había plata para comprar zapatos nuevos; entonces, los remendaban o les ponían cartón en el fondo. Sin embargo, ese no era un impedimento para seguir yendo al colegio. Él nos enseñó que la educación es una herramienta fundamental y que la voluntad de querer alcanzar las metas estaba por encima de cualquier dificultad de contexto o realidad económica. Si bien no logró ir a la universidad como hubiera deseado, se dedicó a estudiar de manera autónoma y terminó llevando la contabilidad de Ferrocarriles Argentinos. Recuerdo que él lo contaba con un nivel de orgullo que hacía que esa historia penetrara en mí de una manera muy distinta a cualquier otra que pudiera haber escuchado de condiciones similares.

Y el tercero es mi papá, quien ante distintas dificultades que debió atravesar en términos de salud, replicó el modelo que nos había enseñado mi abuelo. Porque en ningún momento dejó de esforzarse para alcanzar lo que se proponía, tanto desde lo profesional como desde lo personal, asociado al disfrute y a la realización de actividades que –justamente por su salud- le resultaban dificultosas. Me enseño el valor de tener una meta muy clara y la voluntad de alcanzarla estaba por encima de cualquier condición de contexto.

¿De qué manera estas tres figuras han influido e influyen en decisiones que tienes que tomar hoy día?

-En términos de maternidad, con mi mamá en forma continua. Soy madre de cuatro niños y estoy muy feliz de haber podido armar la familia que quería. Obviamente, eso generó una competencia en términos de tiempos para encontrar nuevos equilibrios ante la llegada de cada nuevo miembro de la familia. Siempre mi mamá planteándome estas conversaciones y contándome cómo hizo ella para poder resolver las diversas dificultades que debió enfrentar, lo que me ha servido muchísimo.

En el caso de mi papá, recuerdo puntualmente una que tiene que ver con la elección de mi carrera. La Licenciatura en Recursos Humanos es una carrera que era muy nueva cuando empecé a estudiar y decidí seguirla. En el colegio nos habían dado la materia durante seis meses; ahí descubrí que existía y que solamente se dictaba en la universidad donde fui a estudiar. Tuve que decidir si ir por algo completamente nuevo y distinto, pero que yo sabía que me gustaba; o bien, continuar con un modelo tradicional de educación. Tal vez si hubiese seguido la licenciatura en administración de empresas, eventualmente podría haber llegado a recursos humanos, pero tendría que haber cumplido con otros cinco años de formación. Y es ahí donde la recomendación y consejo que me dio mi papá: ‘Elegí lo que te guste porque de lo que te apasione vas a dar lo mejor de vos. Y si, eventualmente, Recursos Humanos no es todo lo que esperás, siempre estarás a tiempo de comenzar a estudiar administración de empresas. Probá y si te equivocás, aprendé y seguí’.

¿Qué principales desafíos has debido afrontar en esta carrera ascendente?

-Pensando en una edad muy temprana, estudié en un colegio que era de doble escolaridad. Allí las actividades estaban pautadas y organizadas para que todo sea hecho en el tiempo escolar y se cerrarán en ese momento. Al terminar mis estudios, llegado el momento de decidir la carrera, advertí que la única forma de cursarla era bajo la modalidad semipresencial. Esto significaba que solo podía ir dos veces por semana a la universidad (eran muy pocas horas) y el resto dependía de cómo organizara y gestionara mi tiempo. Eso me planteó un primer paradigma ya que suponía salir de un contexto organizado y controlado para pasar a un entorno de aprendizaje que era prácticamente lo opuesto. De todas maneras, fiel el convencimiento de qué quería estudiar esa carrera y que esa era la única alternativa, decidí afrontarlo y elegirlo. Después, pude encontrar las ventajas de autogestionar mis tiempos, espacios y el ritmo de aprendizaje. Esta universidad también tenía la particularidad de que cada dos meses había mesas de examen y las fechas para rendir dependían 100% de cada persona. Esto permitía hacer la carrera en un tiempo muy corto; o bien, extender el plazo de acuerdo con lo planificado. Y la verdad es que, a pesar de la incomodidad que me generó al principio, pude encontrar muchas ventajas. Por cierto, el hecho de tener menos tiempo académico presencial fue lo que me permitió decidirme a empezar a trabajar; y eso también me generó un nuevo desafío en sí mismo, especialmente en cuanto al manejo de tiempos. Estar en una organización como empleada y que alguien estuviera marcando las pautas, me pareció súper enriquecedor.

Otro ejemplo, que me marcó bastante a mis 20 años, fue el hecho de haber empezado a trabajar en la universidad. Cuando estaba en segundo año de la carrera, ingresé a una secretaría que estaba dirigida por un brigadier mayor, uno de los rangos de mayor jerarquía con el que se distingue a las personas dentro del ámbito militar. Era alguien muy reconocido, pero también temido por lo que representaba. A diferencia de muchos de mis compañeros de trabajo, yo tenía muy poca experiencia en la vida militar; por lo tanto, tenía más miedos que seguridades a la hora de asumir mis responsabilidades en esa área. Y con el tiempo, empecé a desmitificar ciertos paradigmas que se habían armado en relación a esta persona y a la forma de trabajar en esa secretaría, lo que me posibilitó encontrar mi propio estilo para conectar con él y con mis compañeros. Esto fue lo que, finalmente, me permitió poder disfrutarlo. A punto tal que, aún hoy, conservo a mucha gente que surgió de ese primer trabajo a pesar de haber estado solamente un año. Lo recuerdo como una experiencia que me sumó mucho. Después de eso, apliqué para el trabajo en Holcim Argentina.

¿Cuáles fueron los desafíos más importantes en ese camino?

– Casi todos, especialmente porque cambio de puesto ha sido muy distinto. Empecé trabajando como pasante en el área corporativa y el primer puesto de trabajo fue en una planta donde la dinámica era completamente diferente; pero también las temáticas que trabajábamos y las personas con las que debía contactarme. En ese momento no sólo era muy joven sino que además era una de las tres mujeres que había en planta. De hecho, al principio tuvieron que acondicionar un baño para nosotras porque no había baños para mujeres. Y ese fue un primer desafío, muy similar a la experiencia anterior. El reto era poder conectar con cada persona e ir logrando que respeten la posición que en ese momento tenía. Si bien era de muy baja jerarquía, tenía claro que debía ganarme ese lugar. Eso también supuso desmitificar algunas cosas, y por otro lado me di cuenta que muchos de los prejuicios estaban más en el otro que en mí; razón por la cual, en la medida que me fueron conociendo se dieron cuenta que no era tan distinto trabajar con una mujer y con alguien joven. Siempre con muchísima humildad, preguntando mucho y dándoles valor a ellos respecto del lugar que ocupaban: desde los operarios que tenían 30 años de antigüedad, y que podían  explicarnos la historia de la fábrica; hasta personas de mayor jerarquía pero que muchas veces eran extranjeros, y había que guiarlos en un entorno cultural que les resultaba muy distinto.

¿Sentías que podían no respetarte y poner en duda tus capacidades?

-Sí, pero lo que pasa es que en una planta hay algo muy importante en relación al conocimiento técnico. Al principio, lógicamente, no sabía absolutamente nada; pero rápidamente debí ponerme a tono para poder hablar un lenguaje común. Y fundamentalmente, para demostrar que nada era imposible de aprender y que podía sumarme. Así fue que, poco a poco, pude ir rompiendo el paradigma del ‘qué hace esta chica joven en la planta, que no sabe nada de cemento’ para pasar luego a otro plano donde ‘si tengo problemas, puedo hablar con Cecilia que me va a ayudar a encontrar una solución’.

¿Cómo ocurrió la transición que posibilitó que te ganaras la credibilidad?

-En primer lugar, con logros muy concretos y específicos. Por ejemplo: si una persona tenía una dificultad para gestionar algún permiso o alguna documentación para hacer un trámite externo, conseguírselo rápidamente y hacerle ver que no hacía falta hablar solamente con el jefe de RRHH para que les resuelva todo, sino también que yo estaba ahí para colaborar. También ha sido fundamental empatizar, por eso pasaba mucho tiempo en la planta al lado de ellos. Era muy importante entender la realidad que vivían, qué les molestaba o no les generaba confort, y así poder proponerles soluciones para que pudieran estar mejor. Y desde ahí me fui volviendo útil, aportando soluciones concretas. Sin hablar tanto, haciendo.

Es muy probable que todos los desafíos que has debido atravesar se hayan convertido en tus principales fortalezas para mantenerte en el lugar al que has llegado, transformándose en un drive muy poderoso producto de tus aprendizajes tempranos. Entonces, en términos de tu trayectoria profesional, ¿qué decisiones has tomado 5 o 10 años atrás que terminaron repercutiendo de manera muy positiva en tu vida, aunque quizá en ese momento no hayas advertido su valor de cara al futuro?

– Creo que una de esas decisiones fue probar y conocer cosas que no se me hubiesen ocurrido hacer en cada momento. Probé desde deportes hasta actividades lúdicas, todo se resume en una apuesta por lo desconocido. Lo mismo me ocurrió en el caso de la ONG, de la que sabía muy poco; pero me atrajo el lema «All up to you» (‘Todo depende de vos’), lo que supone mucho empoderamiento. Trabajar con muchas personas que piensan igual que una, abre la posibilidad de poder generar cambios muy importantes en la vida de las personas sobre las que se influye y también con las que una se conecta desde la ONG.

Desde siempre me ha resultado determinante el hecho de animarme a probar y ver si realmente funcionaba, despojándome de si era bueno o malo. La cuestión es si resultaba funcional para mí, para el resto podía ser distinto. En este sentido, uno de los aspectos es más relevantes ha sido tratar de no ser tan juiciosa; y el otro es nunca decir no, aunque el desafío fuera muy grande y en ese momento lo viera como imposible. En eso me ayudó uno de los CEO que tuvimos muchos años atrás en Holcim, que fue quién me enseñó a tomar los desafíos, sabiendo que en el andar nos iríamos adaptando a la resolución de cada reto. ‘Nunca digas que no porque todo te va a sumar’, me dijo. Yo a veces sentía que tenía demasiadas cosas como para seguir sumando, pero decidí seguir su consejo y avanzar. Eso fue lo que me llevó a entender que tenía nuevos límites y que la única forma de crecer no era solamente hacer mi trabajo, sino que además debía buscar el sponsoreo o acompañamiento de otros. Eso me ayudó también a estar donde estoy, y seguir pensando en algo distinto para más adelante.